El sacerdote ofrece a Dios Padre el Pan y el Vino, para que Él lo consagre y se convierta en el Cuerpó y la Sangre de Jesús. Junto a esta ofrenda debemos poner nuestras preocupaciones y alegrías, nuestros trabajos, toda nuestra vida para que el sacerdote la ofrezca, también, a Dios Padre por medio de Jesús.
El sacerdote se lava las manos para expresar el deseo de celebrar la Eucaristía con el corazón limpio.
PLEGARIA EUCARÍSTICA:
Comenzamos dando gracias a Dios por todos los regalos que de Él recibimos. Especialmente por haber hecho un universo tan bonito, y por habernos dado la vida; pero, sobre todo, por darnos a su Hijo Jesús.
La acción de gracias nos llena el corazón de alegría y por eso cantamos aclamando al Señor: Santo, Santo, Santo.....
En la Consagración, el sacerdote pronuncia, en nombre de Jesús, las mismas palabras que Él dijo en la Última Cena. En este momento Jesucristo se hace realmente presente en el altar y se repite el sacrificio y el misterio de su muerte y resurrección.
Después de la Consagración, todos juntos afirmamos que se ha realizado ese gran misterio y expresamos el deseo de vivir para siempre con Jesús.
COMUNIÓN:
Razamos el Padre Nuestro para manifestar que Jesús nos ha hecho hermanos, hijos del mismo Padre. Ya no hay entre nosotros divisiones, ni nada que pueda romper nuestro mútuo amor.
Todos los que nos acercamos a participar de la Eucaristía, nos alimentamos de un mismo Pan que es el Cuerpo de Jesús y nos sentimos más hermanos en nuestro caminar hacia la casa del Padre Dios.
Esta participación en la Eucaristía es lo que se llama Comunión, que es como decir común.unión con Cristo y con todos los hombres.
La Iglesia quiere, que al menos una vez al año, todo cristiano se acerque a comulgar; pero además nos anima para que participemos en la Eucaristía muchas veces.
Al acercarnos a comulgar, tenemos que estar en Gracia de Dios; es decir, que en nuestro corazón no haya nibgún pecado grave. También saber que lo que vamos a recibir es el Cuerpo y Sangre de Jesús.
La Iglesia recomienda que no se tome ningún alimento una hora antes; se puede beber agua y, si fuese necesario, tomar medicinas.
Como Jesús es el regalo mejor que podemos recibir en esta vida, al tenerlo ya en nuestro corazón debemos darle las gracias por haberse quedado entre nosotros y haberse hecho para nosotros alimento.
Esta acción de gracias debe prolongarse a lo largo de todo el día, manifestando a todos la alegría que sentimos por tener a Jesús en nuestro corazón.
La celebración eucarística termina con una despedida en la que el sacerdote nos anima a todos a caminar en paz, pasando, como Jesús, haciendo el bien a todos.
El sacerdote se lava las manos para expresar el deseo de celebrar la Eucaristía con el corazón limpio.
PLEGARIA EUCARÍSTICA:
Comenzamos dando gracias a Dios por todos los regalos que de Él recibimos. Especialmente por haber hecho un universo tan bonito, y por habernos dado la vida; pero, sobre todo, por darnos a su Hijo Jesús.
La acción de gracias nos llena el corazón de alegría y por eso cantamos aclamando al Señor: Santo, Santo, Santo.....
En la Consagración, el sacerdote pronuncia, en nombre de Jesús, las mismas palabras que Él dijo en la Última Cena. En este momento Jesucristo se hace realmente presente en el altar y se repite el sacrificio y el misterio de su muerte y resurrección.
Después de la Consagración, todos juntos afirmamos que se ha realizado ese gran misterio y expresamos el deseo de vivir para siempre con Jesús.
COMUNIÓN:
Razamos el Padre Nuestro para manifestar que Jesús nos ha hecho hermanos, hijos del mismo Padre. Ya no hay entre nosotros divisiones, ni nada que pueda romper nuestro mútuo amor.
Todos los que nos acercamos a participar de la Eucaristía, nos alimentamos de un mismo Pan que es el Cuerpo de Jesús y nos sentimos más hermanos en nuestro caminar hacia la casa del Padre Dios.
Esta participación en la Eucaristía es lo que se llama Comunión, que es como decir común.unión con Cristo y con todos los hombres.
La Iglesia quiere, que al menos una vez al año, todo cristiano se acerque a comulgar; pero además nos anima para que participemos en la Eucaristía muchas veces.
Al acercarnos a comulgar, tenemos que estar en Gracia de Dios; es decir, que en nuestro corazón no haya nibgún pecado grave. También saber que lo que vamos a recibir es el Cuerpo y Sangre de Jesús.
La Iglesia recomienda que no se tome ningún alimento una hora antes; se puede beber agua y, si fuese necesario, tomar medicinas.
Como Jesús es el regalo mejor que podemos recibir en esta vida, al tenerlo ya en nuestro corazón debemos darle las gracias por haberse quedado entre nosotros y haberse hecho para nosotros alimento.
Esta acción de gracias debe prolongarse a lo largo de todo el día, manifestando a todos la alegría que sentimos por tener a Jesús en nuestro corazón.
La celebración eucarística termina con una despedida en la que el sacerdote nos anima a todos a caminar en paz, pasando, como Jesús, haciendo el bien a todos.